Estimado señor político
honrado y, previsiblemente, amigo:
Permítame que me dirija a
usted desde este medio, pues no sé muy bien donde vive, donde está y como
hacerle llagar este carta. Aunque estoy convencido de que usted existe, a pesar
de todo lo que se dice, del alejamiento del pueblo de la clase política, de su
mala fama y el sin fin de vilezas que han cometido, y siguen cometiendo, sus
colegas. Creo sinceramente que usted ha de encontrarse en algún lugar de este
país. Seguro que su vocación es de servicio a la ciudadanía, su motivación la
justicia social y su deseo ejercer por delegación la soberanía popular. Quiero
pensar que es usted un adalid de la democracia que tanto nos costó traer a los
de nuestra generación, aunque con las limitaciones de aquel parto forzado, en un
pacto de conveniencia, que permitió salir de rositas a los adeptos al viejo
régimen y facultó a sus hijos ideológicos para ocupar la derecha política del
país, bajo el lema “pelillos a la mar” y todo queda igual, incluso los muertos
en sus cunetas.
Claro que como no sé dónde
está, me voy a permitir pedirle algunas cosillas de poca monta con la esperanza
e ilusión, espero que no ilusa, de conseguir que me lea. Yo sé que es difícil,
para los que se han acomodado en la poltrona, hacer saltar su conciencia
acomodaticia para defender la democracia y la decencia del político, pues han
pervertido el oficio hasta desprenderlo de la dignidad sublime de tan bella
profesión, que le debería convertir en paladín de la justicia social y en el
defensor a ultranza de los derechos de la ciudadanía en un sistema democrático
moderno.
Pues bien, me gustaría, si
no le es mucha molestia, que diera usted la cara, que se convirtiera en defensor
de la honorabilidad de su clase política, que denunciara y recriminara los
atropellos que se dan por parte de sus colegas, la corrupción, la insidia, la
falsedad y la engañifa que nos presentan sus camaradas, que luchara para apartar
de la actividad política a las manzanas podridas que acabarán pudriendo todo el
cesto. Nosotros estamos desarmados y nuestro voto, que es el arma y el poder que
le damos a usted para que nos represente, no vale nada si no es bien usado en
defensa de quien lo emite, del pueblo soberano. A usted se le eligió para
legislar y, a través de ello, conseguir que la justicia imperara. También se le
otorgó poder para gestionar la cosa pública. Dedíquese a ello, a reclamar que se
cumplan esas leyes, que sean efectivas y no burladas por los espabilados de las
altas esferas y sufridas, inexorablemente, sin paliativo alguno, por las clases
trabajadoras. Haga una ley justa, en beneficios de la comunidad en general y no
de unos cuantos. Emplee el sentido común, la lógica más simple para ver con
claridad el eje principal de las cosas.
El Estado está para servir
al ciudadano desde la implicación de este, y todos sus miembros, en su
desarrollo y actuación. Usted, como gestor del mismo es el responsable de que la
ciudadanía se encuentre a gusto en ese marco. No me venga luego diciendo que
algunos se quieren ir y renunciar a la españolidad, cuando ustedes van sembrando
el desafecto. Esta especie de disociación entre la ciudadanía y sus
representantes solo puede llevar al caos, al descontento y a la muerte paulatina
del sistema democrático, al no alimentarlo desde la confianza entre el
representante y el representado, así como a la desmembración de un Estado donde
reina el descontento. Créame, la mayoría de la ciudadanía está convencida de que
su clase política está repleta de mediocridades apoltronadas y de espabilados
que practican el nepotismo y el abuso de poder en beneficio propio, carentes de
ideales y de compromiso social.
Por tanto, me atrevo a
solicitarle estas diez cosillas, que:
1. Dé la cara e identifíquese
como político honrado. Porque usted existe… ¿verdad? Queremos verlo y
conocerlo.
2. Denuncie y luche contra los
corruptos, especialmente sin son de su propio partido.
3. Alíese con el pueblo
pisoteado y maltratado.
4. Condene los abusos del
dinero, la banca y la especulación financiera.
5. Evidencie la tramoya,
maquinación, tejemaneje y componenda que estamos
observando.
6. Luche por limpiar la imagen
del ejercicio político y de la democracia real.
7. Dé ejemplo de honradez, de
sentido común, con su intachable proceder y su mente
abierta.
8. Sea digno de nuestra
confianza para poder creer en algo que sustente el sistema democrático y
sentirnos representados.
9. No nos engañe con la
retórica cínica que nos trata como a niños y díganos la verdad para que podamos
entender sus actos y corresponsabilizarnos.
10.
Deje la mediocridad y abrace
el idealismo humanista que le haga un verdadero líder que aglutine los intereses
de la ciudadanía. Sea el adalid de la justicia y la democracia
real.
Ya sabe, o ellos o nosotros.
Pueden ser los dos, ¿por qué no? Pero siempre el Estado al servicio de la
ciudadanía, el ser humano antes que el dinero. No sé si seré incauto cuando
espero de usted tantas cosas que entiendo son su verdadera función... Mi fe en
la política merece ser rescatada, porque la política es necesaria e inevitable,
pero solo la buena política crea adeptos, ciudadanos ejemplares y solidarios,
convencidos de que los problemas se resuelven entre todos, codo con codo, cuando
hay justicia y compromiso social. Señor político honrado, si existe, SALGA DE SU
ESCONDRIJO…
Mis escritos, poemas y reflexiones los puedes ver en mi blog:
http://antoniopc.blogspot.com
Mis fotos en:
http://picasaweb.google.com/aporrascabrera
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