22 febrero 2013

Zbigniew Herbert


Ruego

Enséñanos también a plegar nuestros dedos
y apuntalar las puertas al otro lado
de las habitaciones del ya vano amor
...
que cuando haga falta sea un puño
aquello que tanto soñaba con la felicidad
y protegía una llamita débil

y después una vez terminada la lucha
déjanos estirar los dedos
aunque solamente haya vacío

cuando en tu mano abierta tomes la derrota
cuando la calavera tomes en tus dedos tiernos
y volverá entonces a empezar

la gran causa de las manos abiertas
el viaje por las cuerdas por las diversiones
la última semilla de la salvación

 
 

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