Clara Janés Nadal. Barcelona, 6 de noviembre de 1940. Es hija
del editor y poeta Josep Janés. Licenciada en Filosofía y Letras en la
Universidad de Pamplona, realizó estudios de literatura comparada en la
Universidad de la Sorbona en París. Cultiva la poesía, la novela, la biografía y
el ensayo y se distingue como traductora, particularmente de la lengua checa y
de la obra poética de Vladimír Holan y Jaroslav Seifert. Ha traducido también al
español a Marguerite Duras, Nathalie Sarraute, Katherine Mansfield y William
Golding y, en colaboración con especialistas de sus lenguas, a poetas turcos y
persas tanto modernos como místicos antiguos. En 1972 obtiene el Premio Ciudad
de Barcelona de Ensayo con La vida
callada de Federico Monpou, y queda finalista, ese mismo año, del Premio
Café Gijón. Gana el Premio Ciudad de Barcelona de Poesía en 1983 con Vivir. En 1992 se le concede el Premio
de la Fundación Tutav de Turquía. En 1997 recibe el Premio Nacional a la obra
de un traductor por sus numerosas traducciones de autores centroeuropeos y
orientales. En el año 2000 recibe la Medalla del Mérito de Primera categoría de
la República checa por su labor como traductora y difusora de la literatura de
dicho país, en el año 2007 recibe el X Premio Nacional de las Letras Teresa de
Ávila. Su obra, que ha sido traducida a más de veinte idiomas, se encuentra
recogida en: Las estrellas vencidas
en 1964, Límite humano en 1974, En busca de Cordelia y Poemas rumanos en 1975, Antología personal en 1979, Libro de alienaciones en 1980, Eros en 1981, Kampa en 1986, Fósiles en 1987, Rosas de fuego y Diván del ópalo de fuego en 1996, La indetenible quietud en 1998, El libro de los pájaros en 1999 y Paralajes en 2002. Sus obras más
recientes son:
- Los secretos del
bosque, Visor, 2002, poesía
- La voz de Ofelia,
Siruela, 2005,
autobiografía
- Poesía amorosa y
erótica, Editorial Vaso
Roto, 2010
- Vilanos, 2004,
Poesía
- Huellas sobre una
corteza, 2004, Cuadernos del Mediterráneo, Ediciones El
Toro de Barro. Poesía
- El espejo de la
noche, centenario de Vladimir Holan, 2005, Ensayo
- Brancusi, 2005, Poesía
- Espacios
traslúcidos, 2007, Poesía
- La indetenible
quietud. En torno a Eduardo Chillida, 2008,
Poesía
- Las voces acalladas
de las mujeres. www.adamaramada.org Colección: Pliegos adamar , 2008
- Río hacia la
nada, 2010, Plaza-Janés.
Poesía
- Variables
ocultas, Editorial Vaso
Roto, 2010, poesía
- Peregrinaje, Editorial Salto de página, 2011, La página
poesía
- De la realidad y la
poesía. Tres conversaciones y un poema. Con Antonio Gamoneda y Mohsen Emadí,
editorial Vaso Roto, 2010
AMIGA
Te brillaban dos
lágrimas
por fin nos despedimos
sin poder compartir el aluvión de noche
pero tú me sabías
rompiéndome en aceras
recorriendo senderos sin gravedad deshechos
alejándome progresivamente
por el vasto universo de veloces esferas
desde aquel chorro negro en cuyo centro
el yo
se quedaba en la ráfaga
el punto
donde nada ni nadie
sólo el deseo con su vientre de lava
la muerte por los brazos cargando pesadez
cargando frío
dejándolos colgar desasiéndose aplastándose
la cabeza también como un cometa dormido rodando
a miles de kilómetros ya la vez
en tus pupilas húmedas
brillantes como estrellas en el agua de la noche
de esa noche
cuando abierto y desnudo el corazón
como las rosas que desnudan su cráter
y el cuerpo les da vueltas
como fuego en racimos
devorador de órbitas elípticas que ensanchan el espacio infinito
dejaba sólo sólo sólo
ese punto
lejano y arraigado
negro insaciable pozo de tortura y destello
que reclama violento
más viento entre los sauces que lloran
más delirio en las cascadas irisadas
más cobijo en las manos de la lluvia
más temblor en el beso de la tierra
y agónico
encuentra nada más el pánico
de miembros desarmados
y se entrega fieramente
al sueño extraño
en la ebriedad y veneno
de un instante de amor
propio
inasible
incomprensible
inexpresable
intransmisible
incomunicable
incompartible
a penas
un ahogo
perecer
y todo
en tu pupila
impregnada de infancia.
por fin nos despedimos
sin poder compartir el aluvión de noche
pero tú me sabías
rompiéndome en aceras
recorriendo senderos sin gravedad deshechos
alejándome progresivamente
por el vasto universo de veloces esferas
desde aquel chorro negro en cuyo centro
el yo
se quedaba en la ráfaga
el punto
donde nada ni nadie
sólo el deseo con su vientre de lava
la muerte por los brazos cargando pesadez
cargando frío
dejándolos colgar desasiéndose aplastándose
la cabeza también como un cometa dormido rodando
a miles de kilómetros ya la vez
en tus pupilas húmedas
brillantes como estrellas en el agua de la noche
de esa noche
cuando abierto y desnudo el corazón
como las rosas que desnudan su cráter
y el cuerpo les da vueltas
como fuego en racimos
devorador de órbitas elípticas que ensanchan el espacio infinito
dejaba sólo sólo sólo
ese punto
lejano y arraigado
negro insaciable pozo de tortura y destello
que reclama violento
más viento entre los sauces que lloran
más delirio en las cascadas irisadas
más cobijo en las manos de la lluvia
más temblor en el beso de la tierra
y agónico
encuentra nada más el pánico
de miembros desarmados
y se entrega fieramente
al sueño extraño
en la ebriedad y veneno
de un instante de amor
propio
inasible
incomprensible
inexpresable
intransmisible
incomunicable
incompartible
a penas
un ahogo
perecer
y todo
en tu pupila
impregnada de infancia.
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