Matilde Alba Swann (1912-2000)
Aurora Venturini

Matilde tenía en su memoria la
historia familiar de dos rusos inmigrantes huyendo de un cruel despotismo. “Con
sus miedos, con sus osadías, con su intrepidez de inmigrantes; con su humildad y
su rebeldía”, dijo. La escritora y madre de cinco hijos y ocho libros, que así
se definía a si misma, agradece a sus padres por haber nacido. En una página muy
sentida cuenta que doña Emma, a pesar de sus miedos por el futuro de sus
criaturas, apenas si se los insinuaba y prefería pedirle a su marido que les
llamara la atención: “... pero su recurso resultaba contraproducente; papá no
sólo no nos reprendía sino que la regañaba a ella echándole en cara su temor
enfermizo”. Cuando los hijos estuvieron en edad escolar, los Kirilovsky-Joffe se
mudaron a La Plata , a la
calle 7 y 47; esta última, la calle de los naranjos, que son los árboles de sus
veredas. El perfume de esa arboleda inducía a la joven Matilde a la poesía, y
luego, por ser también vía de los abogados, a la carrera de Derecho y al amor
por un futuro abogado, Samuel Creimer.
“Yo le
dije en más de una oportunidad: ‘Doctor Creimer, usted es el junco pensante de
Pascal’”. La novia y luego esposa lo conoció mirando por una ventana de la
habitación de su dormitorio, y le enseñó a capturar el perfume de los azahares
del naranjal; que no había que arrancar la flor sino recoger los pétalos caídos
o formar un cuenco con ambas manos y aspirar en el hueco que, con delicadeza,
contenía a la intacta flor.
Mamá
Emma atendía un kiosco habilitado en una de las ventanas de la casa que se
transformó en librería. Matilde seguía aprisionando perfumes y sonidos musicales
que llegaban de la fábrica de licores Regia, pegada a su casa. En las noches de
invierno el olor de los eucaliptos inundaba el predio. La poeta rimaba: Calle de
los naranjos, bajando hacia el mar grande, de idilio y aula, tibio antiguo
recuerdo, borroso sobre un fondo de acacias y araucarias. Te vivo hirsuto de
eucaliptos, lento el bosque, soñando a tu costado.
Matilde
Swann
dedicó su saber del Derecho a solucionar problemas de Minoridad. En la década
del ‘70 presentó un hábeas corpus de amparo para evitar que en los institutos de
menores se extrajera sangre a los internados contra su voluntad; se preocupó por
la población de educandos y sus problemas de salud y escolaridad. En 1972
presentó una acción de amparo a favor de los hospitalizados en el
neurosiquiátrico Melchor Romero. En un poema anuncia su despedida: “Cuando se ha
comenzado a escribir a la edad de cinco hijos, y se ha cumplido ya la edad de
ocho nietos y continúa uno escribiendo con el deleite infantil de estar
haciéndolo, es porque la poesía lo quiere a uno, y ha de seguir queriéndolo...
seguramente hasta el instante del ciprés y más allá...”
EN ESTE DÍA DE LLUVIA

en este día de lluvia
y cielo enfermo,
el corazón del agua está soñando
con bandadas de pájaros
de vidrio,
y en la rama otoñal, junta la ausencia,
luces mojadas, y voces
de aluminio.
Hay como un gato gris
rondando en torno,
así de blando,
así
de ojo amarillo.
Es casi tarde, mi niñez descalza,
viene a buscarme por un largo río,
bajo un mar vertical
deshilachado,
y un silencio de océano dormido.
Salgo a su encuentro, quedo de su mano,
me desnudo en su piel, líquida cuna,
vuelvo a mi antiguo manantial,
deshago,
gota a gota, pausada, mansa,
muerta.
Bajo un llanto de techos castigados,
somnolientos, reencarno,
soy de lluvia.
Matilde
Alba Swann
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