11 marzo 2013

Pilar Adón


Pilar Adón nació en Madrid en 1971. Se licenció en Derecho por la Universidad complutense, y más tarde se especializó en legislación medioambiental. Narradora y ensayista, con 17 años ganó su primer premio literario en RNE-R3 con un relato breve. En 1995 empezó a publicar relatos en revistas literarias como La Hora Feliz, El Pájaro de Papel y Píntalo de Verde, de Mérida. Como ensayista obtuvo en 1998 el Premio Regenta de Salamanca con Donde Acaba la creencia. En septiembre de ese año participó además en la primera exhibición internacional de poetas contemporáneos de la Universidad St. Thomas de Fredericton, Canadá, con el poema Parábola. En 1999 obtuvo el I Premio Nuevos Narradores Ópera Prima con El hombre de Espaldas, su primera novela. Viaja a Lima, Perú, para participar, en mayo de 2001, en los IV encuentros hispano-peruanos de jóvenes narradores. Es una de las quince jóvenes escritoras seleccionadas por la editorial Castalia para su antología Ni ariadnas ni penelopes. En junio de 2001 participa en la 5ª edición de Libros a la calle, con el primer párrafo de el hombre de espaldas. Su segunda novela, las hijas de Sara, se publica en 2003 y la sitúa en el panorama literario español. Obtiene el segundo Premio Hucha de Oro 2004 con el cuento Oxford. Pilar Adón ejerce la crítica literaria en el suplemento cultural Caballo Verde del diario madrileño La Razón. También en los suplementos culturales Babelia, Eñe, Turia, Müsu… Ha traducido el libro de relatos Parecidos razonables, de Christina Rossetti (Editorial Funambulista, 2006) y la novela El mentiroso, de Henry James (Editorial Funambulista, 2005). En 2006 publica el poemario Con nubes y animales y fantasmas (EH Editores), y forma parte de distintas antologías poéticas: Los jueves poéticos (Ediciones Hiperión), La voz y la escritura (Sial Ediciones), Hilanderas (Ediciones Amargord) o Todo es poesía menos la poesía (Editorial Eneida).




YO



Yo… Lo sé. Tengo ese miserable aspecto
del que va demandando cariño por las puertas.
"Quiéreme un poco. Quiéreme un poco…"
Los ojos nostálgicos hacia el coche que se aleja
y la espalda estrecha que se detiene por última vez para decir adiós

Yo… Lo sé. Persigo la mirada comprensiva de todas las madres
y a veces las manos grandes de cada padre.
El susurro al teléfono que me diga: "todo está bien"
mientras la niña del pañuelo negro gira
y gira esperando la llegada del sosiego.
El apaciguamiento de la marea oscura que sube.
Y sube a la boca desde el alma que se creía ya aliviada
pero que no. Porque el alma, aunque se suponga el éxito sobre ella, cuando es dolorosa y cuando tiene la tez de la angustia,
sobrevive.

Yo… Lo sé. Me estoy ahogando y no entiendo nada.
Dejé que tomara mi mano y me arrastrara hasta la orilla.
"Vas a ver un milagro", me dijo.
Y la niña de los zapatos negros con lacito
me miraba a la cara y me mostraba sus dientes de conejito.
"Perdón. Perdón. Perdón." Parecía suplicar. "Yo no fui. No fui yo…"

Yo… Ahora cuento las varillas azules que se insertan
en aquel jarrón transparente y me pregunto:
(uno, dos tres…)
¿Por qué lo haces?
(cuatro…)


No hay comentarios: