23 abril 2013

José Sánchez del Viejo


ODA AL LIBRO

Tú estás ahí, tumbado sobre la mesa,
cubierto de paciencia, imperturbable,
con tu preciosa carga de sapiencia
amontonada en laminas delgadas,
sin darte la importancia que te es propia.
 
Porque careces de ojos te son necesarios los míos,
para que sean tus palabras vestidas de largo
 y salgan a conquistar el mundo,
que se abre en la infinidad del entorno,
donde debe caer tu fructísima simiente
de mundos elevados, en los que reina siempre
la imagen inventada que juega a realidad.

Estás ahí, y me llamas, y reclamas mi atención
para que haga contigo el sugerente acto
que consagre, que rompa lo imposible
y cree nuevos entes, nuevas situaciones,
y revele otros mundos ocultos en la nada,
inmersos entre olas papel entintado
y habitados por seres que tienen vida propia
y juegan y convidan a vivir en el limbo,
donde todo es posible porque la ley suprema
se apoya en el derecho que da la fantasía.

Estás ahí esperando y sabes que me puedes,
y sabes que no aguanto mi soledad sin ti,
y que corro a tu encuentro y me tiro a tus aguas
que me inundan por todos los puntos cardinales,
me arrastro en tus tumultos y floto en tus remansos
y vivo tantas vidas como si fuera eterno.
Y a pesar de que a veces me absorbe el remolino,
no dejes de arrastrarme con tu corriente viva
ni permitas que cese mi incesante buceo,
que quiero ser esclavo del seductor encanto
y que tu olor a tinta me siga enloqueciendo.


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