ODA
AL LIBRO
Tú
estás ahí, tumbado sobre la mesa,
cubierto
de paciencia, imperturbable,
con
tu preciosa carga de sapiencia
amontonada
en laminas delgadas,
sin
darte la importancia que te es propia.
Porque
careces de ojos te son necesarios los míos,
para
que sean tus palabras vestidas de largo
y
salgan a conquistar el mundo,
que
se abre en la infinidad del entorno,
donde
debe caer tu fructísima simiente
de
mundos elevados, en los que reina siempre
la
imagen inventada que juega a realidad.
Estás
ahí, y me llamas, y reclamas mi atención
para
que haga contigo el sugerente acto
que
consagre, que rompa lo imposible
y
cree nuevos entes, nuevas situaciones,
y
revele otros mundos ocultos en la nada,
inmersos
entre olas papel entintado
y
habitados por seres que tienen vida propia
y
juegan y convidan a vivir en el limbo,
donde
todo es posible porque la ley suprema
se
apoya en el derecho que da la fantasía.
Estás
ahí esperando y sabes que me puedes,
y
sabes que no aguanto mi soledad sin ti,
y
que corro a tu encuentro y me tiro a tus aguas
que
me inundan por todos los puntos cardinales,
me
arrastro en tus tumultos y floto en tus remansos
y
vivo tantas vidas como si fuera eterno.
Y
a pesar de que a veces me absorbe el remolino,
no
dejes de arrastrarme con tu corriente viva
ni
permitas que cese mi incesante buceo,
que
quiero ser esclavo del seductor encanto
y
que tu olor a tinta me siga enloqueciendo.
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