a quien de vez en
cuando
le pongo la voluntad
para escapar
del peso de todos los
silencios.
Alguien a quien
brevemente
le encaro la realidad,
sin insistir en el
error de los fracasos
y lo traigo más acá de
la noche fría,
y de rincones muertos.
Lo levanto sin
prejuicios.
Y sin asombro descubre
que no se distingue
de las demás virtudes
ni de las demás
miserias.
Tú y yo
somos el mismo desde
siempre.
Somos
como ese espejo
que trozo a trozo se
rehace
y no queda perfecto.
Nos quedamos sin
asidero,
pero ya no nos duelen
los bordes del cristal
con sus secretos
ni reprimimos la
inocencia.
Simplemente somos
lo mejor y lo peor que
podemos.
Pintura de : Antonia Naranjo Paris.
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