10 julio 2013

Ana María Lorenzo





LA MADRE


Hay momentos en los que el silencio
es el mejor mensaje.
En los que la cordura no existe,
y bendigo la locura que la muerte esconde.
Sin reglas ni principios,
sólo la soledad como cirio sin mecha.

Años atrás pasaron
cuando poco a poco tuvimos que irnos.
Dejamos a la madre junto a su ventana,
mirando una calle cortada.
Cierzos que agitan los árboles,
río que pasa callando.

Senderos estrechos
conducen a un final esperado.
Momentos pasados
donde la paciencia se escapa
y a otros nos obliga
a mirar al espejo.

Ahora la recobro
sólo con un bastón de diferencia.
Apoyo de un desfile de hijos,
de amor que partió en silencio.

Gases de lágrimas,
y suelta sus alas.
Date a volar, entre soles de oro.
Gústalo todo porque todo es bello.

Se hace la noche, no te apures…
Numerosas sendas para ti,
primaveras de calma,
y a tu lado el padre.

El tiempo y sus momentos.
La madre sigue en su ventana
mirando la perdida acera;
distraída su quieta mente
en anhelos de esperados pasos,
o a caso no la mira
y sólo ve sus adentros.

Blancos momentos que ciegan.
Viento que  lleva el estío caliente
a unos pies andantes
en una vida de rodeos
que la mira sin pestañeo.

Gorrión que escucha sus trinos,
tras los visillos y cristales.
Sinfonías que a veces pierde bemoles
y sus corcheas y claves,
ahora, no significan nada.

Cuando trabajó en la tienda,
papeles y libros gozaban;
al igual que los cosidos de las ropas
para niños que sin conciencia jugaban.

Cuidó de la enfermedad de sus hijos,
de los triunfos y glorias;
haceres que salieron de su vientre,
así como del descanso de los muertos.
Su fuente repasaba historias,
y siempre sus adentros.

Ochenta y nueve años de grises velados,
algunos acentos de ternuras
se le escaparon como hilo
que no encuentra ya la aguja.

Cómo quisiera comprenderla
cuando la siento igual que antes.
Esperando tras la ventana
la visita de sus hijos.

Bastón que queda solitario
en el paragüero de la esquina.
Duerme y no duerme.
Hablan sus pensamientos:
He vivido, vivo,  viviré siempre.

Desperdiciado lugar eterno
de ventanas tapiadas
y cenizas calladas.

Sepios nuestros corazones.
Tronco que quedó astillado.
El alma grita
el canto de sus canciones.











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