10 agosto 2013

Antonia Naranjo París




A veces, cuando estoy en aquella habitación
conjugada en lo frío y en lo caliente
apuro con sed extraña los minutos que no sacian,
y me pregunto  por esto que siento,
que llegó sin principio, tan en silencio
bajo el signo de los colores de Klimt en su beso,
frente al hito más armónico
del ingenio de Gehry en su obra,
ante  una azucena de papel blanco, sin aroma.

Por esto que se muestra y se oculta,
que se atreve y se paraliza,
que sufre de otros vértigos que saltan
por encima de la necesidad de disfrazarse.

Y me descubre, lejos ya, del apego imperativo,
que ni la vida ni el amor,
ni siquiera el antes ni el después ni el más tarde,
forman parte del desacuerdo de mentiras
que me hizo intransitable.

Y, a veces, cuando entre la vigilia y el sueño,
quiero y temo y al fin me atrevo
con ese sudor  inexplorado que se deja sentir
donde nunca antes llegó nadie,
me pregunto… si amor será ir corriendo
con esta sed tan nueva que me pierde hacia su boca.




Pintura de Antonia Naranjo Paris














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