El desvelo, con la sangre
revuelta y amarga,
reclina sobre la
almohada
aquellos días de
comunicación,
aquel tiempo sin edad
que tuvimos.
para ti, quizá, hilos
de espuma,
o tal vez
ceniza cenicienta.
Mi voluntad,
adoctrinada en Amado Nervo,
adiestrada en férrea
disciplina
aquella potencia de mi
alma,
que rugía, que arrasaba
con desenfreno.
Hoy siento que me fue
hurtada
por la frustración de
un deseo enamorado.
Por el vano intento de
un soñar
con lo imposible.
Por las malas palabras
de una boca tan
hiriente,
tan filosa,
y por este dolor
escapado de la cordura,
que se me hace viejo,
que se me hace rancio.
Qué pena
y qué vergüenza siento
al ver mi dignidad tan humillada,
tan distorsionada.
Sin rasgos de lo que
fue.
Mi orgullo, ya frío cadáver
lo enterré sin exequias
en algún rincón
olvidado de identidad.
La noche aún permanece
abierta para mí,
para ti, no sé…
Tal vez
se cierre en espesa
codicia.
Pintura de Antonia Naranjo Paris
No hay comentarios:
Publicar un comentario