23 agosto 2013

Pedro Javier Martín Pedrós



Mi pobreza consiste a veces, en no poder hacer pucheros en mi interior cuando

la demanda de hambre de luz, es más aplastante y necesaria.

Encontrar papeles arrugados con escritos que nadie entiende, ni interesan, e incluso pueden parecer algo cursi dentro del maremoto que intento describir.

Tengo vibraciones en los bolsillos que no puedo leer en parques y jardines,

porque me dan ganas de llorar y estamos en época de rigidez expresiva.

Son ratos tan extremadamente nobles, que los puedo compartir sólo con

compañeros de desierto que nos cruzamos de tarde en tarde, en algún oasis del camino.

Experimento momentos de ayunos tan difíciles, que no soy capaz de soplar la

armónica de mis sentimientos para que vuelen notas musicales.

Aquí, hay que pasar de una música a otra por imposición, me siento impulsado

al abismo de la prisa, de la mentira y de la cordura, todo en el mismo espacio, y

sin haber hecho ningún master circense.

Me queda la alegría de pensar, que existen notas musicales que puedo

compartir con algunas personas, que para mi desdicha, cuando las necesito

tener cerca físicamente para transmitir mis olores, el sistema no nos permite

estar juntos.

A veces, es duro tener que abrazar y besar en la distancia,


y refrescar nuestras lágrimas y azules en mares distintos.

 
 Pedro Javier Martín Pedrós Copyright ©



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