Mi
pobreza consiste a veces, en no poder hacer pucheros en mi interior cuando
la
demanda de hambre de luz, es más aplastante y necesaria.
Encontrar
papeles arrugados con escritos que nadie entiende, ni interesan, e incluso
pueden parecer algo cursi dentro del maremoto que intento describir.
Tengo
vibraciones en los bolsillos que no puedo leer en parques y jardines,
porque
me dan ganas de llorar y estamos en época de rigidez expresiva.
compañeros
de desierto que nos cruzamos de tarde en tarde, en algún oasis del
camino.
Experimento
momentos de ayunos tan difíciles, que no soy capaz de soplar la
armónica
de mis sentimientos para que vuelen notas musicales.
Aquí,
hay que pasar de una música a otra por imposición, me siento impulsado
al
abismo de la prisa, de la mentira y de la cordura, todo en el mismo espacio, y
sin
haber hecho ningún master circense.
Me
queda la alegría de pensar, que existen notas musicales que puedo
compartir
con algunas personas, que para mi desdicha, cuando las necesito
tener
cerca físicamente para transmitir mis olores, el sistema no nos permite
estar
juntos.
A
veces, es duro tener que abrazar y besar en la distancia,
y
refrescar nuestras lágrimas y azules en mares distintos.
Pedro
Javier Martín Pedrós Copyright ©
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