Inicio este taller
de relatos llamado “La chófer del
autobús”,donde cada
participante se convierte en el
artífice de poner
nombre y dar vida a un pasajero de los
que Olga transporta
diariamente.
Las
colaboraciones las enviáis al correo siguiente
:
Javier : jmartinpedros@hotmail.com
Los relatos que
reciba, los iré colgando en mi blog Azuldemar:
La
chófer del autobús
Miré
el reloj y eran las 7,45 de la mañana aproximadamente, estaba distraída
pensando que me había levantado hoy un poco tristona y rarilla, me acordé que
me tenía que bajar la regla y sería por esto que me encontraba así; me suele ocurrir
con frecuencia, bueno ¡que tonta! todos los meses.
Estaba
haciendo tiempo para salir a la hora exacta de la parada y me dispuse a contar
los billetes que había vendido manualmente, ya que la máquina que los expide de
forma automática se estropeó ayer, y aún no la habían arreglado.
Así
es que para adelantar, los fui contando; luego me dispuse a poner las monedas
en los cartuchos correspondientes. Estaba en estos menesteres hasta que mi
tarea se vio interrumpida al observar por el rabillo del ojo derecho una mano
joven que depositaba la moneda para que le diera un billete. Le di los buenos
días acompañados de una pequeña sonrisa y me contestó bajito, con desgana
quizás. Seguí su trayectoria por el espejo retrovisor interior disimulando
ponerme bien mi cortita melena y pude observar que había ocupado un asiento dos
filas detrás de mí.
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Alicia,
su chica desde hacia poco más de mes y medio, era adicta a la cocaína. Después
de vivir una auténtica pesadilla en los últimos días, ella había decidido
ingresar en un centro de ayuda a los toxicómanos animada por él. Era una joven
encantadora, con cara aniñada y algo en su mirada muy especial.
Se habían
conocido en un curso para “Jefes de Sala de Hotel”, y Luís, desde el primer
momento, sintió una atracción especial hacia ella.
Su
relación sentimental tomó tal interés para ambos que en breve llegaron a
conocerse profundamente.
Desde
el mismo día que Luís supo de la dependencia de Alicia, se propuso ayudarla
haciendo gestiones y animándola a visitar a un buen amigo terapeuta.
Hoy
habían decidido desayunar juntos y dar un buen paseo por el parque antes de
entrar en el programa de desintoxicación.
Me
imaginé un abrazo de despedida, lleno de dolor y de esperanza. Ella lo
conseguiría……
Pedro
Javier Martín Pedrós.
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