11 noviembre 2013

J.S. del Viejo



SIGUIENDO LA CORRIENTE


Riberas del ancho río caminante,
sembradas, por azar y por rutina,
de flores y de aromas penetrantes,
donde se inclinan a beber los portadores
del fuego de la sed de los caminos.
Junto a él frenan las aves la volada
para mirar su espejo y coquetear
con el sol reflejado en el plumaje.
Desde lejos, el azul de las montañas,
contempla su esbeltez a lontananza
y grita su presencia puntiaguda,
tornada en plana estampa de cristal
de transformista, por alquimia de la tarde.
Una tórtola canora pone el ritmo
en las horas iniciales de la siesta,
con el trino de su amor efervescente
en reclamo de pareja entretenida.
Y el río sigue, serpenteando adormecido,
con deleites de tarajes y de juncos,
desde el ínfimo venero asta la mar

que es el amplio moridero ensalmuerado.

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