AMOR EN CLAUSURA
La lluvia arrastra las hojas de los árboles,
y los cuerpos que no aceptan doblegarse,
mueren como héroes de nombres vagos y oscuros.
y los cuerpos que no aceptan doblegarse,
mueren como héroes de nombres vagos y oscuros.
Tanto he llamado a Dios
desde mi claustro,
busco su origen, su confianza, sus pies, el barro, pero la vida me sigue a golpe de lluvia.
Soy pobre, me digo,
soy pobre como el Amor
pero no conozco la súplica.
Los nudillos de mi mano no golpearán
ninguna puerta.
desde mi claustro,
busco su origen, su confianza, sus pies, el barro, pero la vida me sigue a golpe de lluvia.
Soy pobre, me digo,
soy pobre como el Amor
pero no conozco la súplica.
Los nudillos de mi mano no golpearán
ninguna puerta.
Me ha herido la vida con sus garras
pero insisto en seguir
como la guerrera que soy,
y que ama la ciudad,
su ciudad.
pero insisto en seguir
como la guerrera que soy,
y que ama la ciudad,
su ciudad.
Por eso, y nada más que por eso,
amo la nostalgia
porque es profunda como las velas azules
que tejen el encuentro entre el día y la noche.
amo la nostalgia
porque es profunda como las velas azules
que tejen el encuentro entre el día y la noche.
Amo esta soledadque transcurre entre libros, sueños, llamas
en donde existe un pacto con la vida
y una consagración con la espera
de un día más noble y de una soledad más honda.
Con las manos invento figuras y nombres
en la pared,
y labro una ciudad que habitaré mañana
cubierta por torres secretas,
cubiertas por el canto del tiempo, del mar,
de la sal,
recubiertas por el halo de la espera,
por una lejanísima espera,
despojada de esperanza,
pero tibia y pequeña como un nido profundo,
como el oído de Dios que me guarda y me nombra,
en donde seré la dueña
de una canción soberana y sola
como la negra armonía del mar,
la noche y el tiempo
que se devuelve y vuelve
como una madeja profundamente tibia,
enlazadora de los cuerpos
que trajo la marea,
que depositó el mar sobre la sal blanquísima
que se encuentra en la cresta
y frente al sol,
y baila la danza de la marejada,
del desconcierto, del desconsuelo
de la pobre, lejana y dulce soledad.
en la pared,
y labro una ciudad que habitaré mañana
cubierta por torres secretas,
cubiertas por el canto del tiempo, del mar,
de la sal,
recubiertas por el halo de la espera,
por una lejanísima espera,
despojada de esperanza,
pero tibia y pequeña como un nido profundo,
como el oído de Dios que me guarda y me nombra,
en donde seré la dueña
de una canción soberana y sola
como la negra armonía del mar,
la noche y el tiempo
que se devuelve y vuelve
como una madeja profundamente tibia,
enlazadora de los cuerpos
que trajo la marea,
que depositó el mar sobre la sal blanquísima
que se encuentra en la cresta
y frente al sol,
y baila la danza de la marejada,
del desconcierto, del desconsuelo
de la pobre, lejana y dulce soledad.

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