María Cinta Montagut. Poeta española nacida en Madrid en 1946. Es profesora de literatura en un Instituto de Enseñanza Secundaria de Barcelona, crítica literaria y traductora ocasional, sobre todo del italiano y del francés. Ha publicado los poemarios Cuerpo desunido, Barcelona 1979, Como un lento puñal, Sevilla 1980, Volver del tiempo, Sevilla 1983, Par, El Bardo-Barcelona, 1993, Teoría del silencio, El Bardo-Barcelona 1997, y El tránsito del día, Málaga, Miguel Gómez Ediciones 2001, Poemas para una siglo. Aristas de Cobre, Córdoba 2003, La voluntad de los metales, Miguel Gómez editores Málaga 2006, y Desconcierto. Es autora de numerosos artículos literarios sobre la mujer en la poesía y la historia de la música. Sus poemas se han traducido al francés y se han publicado en importantes publicaciones españolas y en revistas de Bélgica y Canadá. Además, es miembro del comité científico del Encuentro de mujeres poetas y miembro fundador de la Asociación Mujeres y letras. Actualmente colabora en la revista literaria Entrelíneas que se publica en Tel Aviv, en la revistas Barcelona Review, Quimera y Ficciones, y, en el suplemento literario del Diario de Córdoba.
Poética
Al escribir poesía parto de la idea de que toda obra es una interpretación y de que quien la realiza trabaja siempre en lo intermedio, en ese territorio en el que las cosas no están definidas o si lo están aparecen aptas para su redefinición. En uno de mis poemas digo: “La transgresión es siempre/ un requisito previo”. A eso me refiero cuando digo que hay que trabajar en lo intermedio porque transgredir es internarse en tierra de nadie donde las cosas, en este caso las palabras, cambian de uso, de significado, de utilidad. Antes de sentarse a escribir hay todo un trabajo personal de reconocimiento y pertenencia a una misma. El trabajo sobre la lengua es la clave y aquí debo obligatoriamente citar a Audre Lorde para quien las poetas han de dar nombre a aquello que no lo tiene para que pueda ser pensado. Asi pues a través de una expresión personal como artista, se tiene que hacer una labor filosófica y de transformación de valores y prácticas culturales.
Al escribir poesía parto de la idea de que toda obra es una interpretación y de que quien la realiza trabaja siempre en lo intermedio, en ese territorio en el que las cosas no están definidas o si lo están aparecen aptas para su redefinición. En uno de mis poemas digo: “La transgresión es siempre/ un requisito previo”. A eso me refiero cuando digo que hay que trabajar en lo intermedio porque transgredir es internarse en tierra de nadie donde las cosas, en este caso las palabras, cambian de uso, de significado, de utilidad. Antes de sentarse a escribir hay todo un trabajo personal de reconocimiento y pertenencia a una misma. El trabajo sobre la lengua es la clave y aquí debo obligatoriamente citar a Audre Lorde para quien las poetas han de dar nombre a aquello que no lo tiene para que pueda ser pensado. Asi pues a través de una expresión personal como artista, se tiene que hacer una labor filosófica y de transformación de valores y prácticas culturales.
En mi práctica poética he acotado algunos territorios sobre los que trabajar:
· La reflexión sobre la escritura
· La mirada sobre el mundo
· La reflexión sobre la belleza
· El amor como forma de conocimiento y como búsqueda de la otredad.
· La palabra poética como espacio de libertad y de juego.
· El tiempo como determinación.
· La mirada sobre el mundo
Son territorios infinitos y que se imbrican uno en otro continuamente hasta formar un todo en algunos poemas. Siempre he concebido la poesía como búsqueda y en esa búsqueda sigo. No se si habrá un momento en el que encontraré.
Cuando sonó el teléfono de madrugada
Hicimos lo que habíamos previsto:
Doblamos los pensamientos y la ropa,
Dejamos en hilera los vasos y las tazas,
Cerramos los postigos y los ojos
Y esperamos.
Llegaron estrujando las flores,
Pateando los nidos de gorriones,
Asustando a los insectos y al agua
Y entraron sin llamar.
Siempre llegan así las noticias
Abren profundos agujeros en el sueño
Hacen temblar las sábanas dormidas
Y provocan heridas en la sombra.
A veces son como un pañuelo blanco
A veces son una voz apagada
A veces no son.
Hicimos lo que habíamos previsto:
Doblamos los pensamientos y la ropa,
Dejamos en hilera los vasos y las tazas,
Cerramos los postigos y los ojos
Y esperamos.
Llegaron estrujando las flores,
Pateando los nidos de gorriones,
Asustando a los insectos y al agua
Y entraron sin llamar.
Siempre llegan así las noticias
Abren profundos agujeros en el sueño
Hacen temblar las sábanas dormidas
Y provocan heridas en la sombra.
A veces son como un pañuelo blanco
A veces son una voz apagada
A veces no son.
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