08 enero 2014

Felix Morales Prado







Al final de esta calle hay una casa

donde no vive nadie.

Y en su patio un farol de luz amarillenta

que brilla débilmente entre geranios, retama y madreselva.


Al final de esa casa hay un reloj de péndulo

dictando su ritmo inexorable

a los muebles callados, los jarrones de china

y las camas intactas.


Al final, que ya entonces no existe, del reloj,

está la muerte. Y allí una puerta

para los que comprenden y los que no comprenden,

que da al jardín.



(De Maldevo




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