
de un día cualquiera,
peino la escarcha
de mi pelo.
Enciendo el fuego
dibujando tu sombra,
sobre un lienzo virgen.
Acaricio pinceles de colores,
juego con los verdes
y los grises.
Arrojo caprichos en remojo,
buscando esencias,
miradas
en ojos tristes.
Una vez más aquí me hallo,
rebuscando en los tesoros del silencio,
bebiendo a sorbos sin reclamo,
el hielo de la fuente
de tu cuerpo.
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