24 febrero 2014

Daniel Casado



MONEDA PORTUGUESA

Sostengo en mi palma una moneda.

Me la entregaste una tarde lluviosa de abril,

frente al Museo Romano;


te desprendiste de ella como de un zapato viejo:

súbitamente pasó de tu bolsillo a mis manos.

En ellas sigue, 


vieja moneda portuguesa,





como divisa de nuestra amistad,


como óbolo oscuro donde se cifra, ahora,

un latido. 


Vendrán los años, dejará -si es que algo vale-


de representar algún poder el brillo antiguo


para el que fue acuñada y el recuerdo


borrará en ella también nuestras fechas.


¿Adónde, finalmente, llegará?


¿En qué rincones, teñidos por el silencio


o la lluvia, quedará varada?


¿De qué bulliciosa mañana, alguna mano


experta, amorosamente sabrá rescatarla?


A su futuro dueño,


bien le valiera esta advertencia:

Déjala estar, así: pálida y hermosa,

mas sin utilidad posible.



Hay ríos de sumergida luz bajo su manto

y cuerposque nunca alcanzaron el mar.



(De El viento y las brasas, 2004)



Foto de Gazp

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