Me gustaría usar los colores
para teñir desencantos,
encontrar atardeceres de siete lunas
y febreros que hagan un guiño al invierno.
Me gustaría dormir largas siestas

que deja la lluvia de abril.
Por eso añoro las tardes llenas de avenidas
y el aspecto frágil de los pájaros
anidando la desesperanza de los parques.
Imagino una ausencia
dulce y eterna sobre mi hombro
que siempre sueña trenzar el tiempo
para encontrarnos.
Me gustaría subir al techo que cobija
la incertidumbre de los abrazos.
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