Nací en ese infierno con vistas al mar llamado
Vigo el día quince del mes de septiembre del año 80 del siglo pasado. Desde
entonces he muerto varias veces. He seguido escribiendo, a pesar de todo, por
puro aburrimiento, por incapacidad absoluta y demostrada de hacer otra cosa. Me
han publicado dos libros: Gominolas para los patos y Música para
atravesar los túneles. Lo más normal es que me muera sin volver a publicar
otro libro. Cuando lo haya hecho, cuando me haya muerto de verdad, donaré mi
alma a la ciencia y mis poemas a los analfabetos.
Otoño de
Vivaldi
Hay un
momento
–no importa si estás vivo
o muerto–
en que la vida se detiene,
toma aire
y, sin mirarte a los ojos,
recoge sus cosas
y se va de tu cuerpo para
siempre,
te abandona sin
dejarte
siquiera una
nota.
El amor es un poco
así,
como la propia vida. Acude
cuando
no le llamas, te invade,
te ilumina,
se cansa de latir, se
apaga y se va
y te deja reducido a
esto
que eras hoy, que fuiste
hoy
que ya no volverás a
ser,
por mucho que te
duela,
nunca
más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario