29 septiembre 2014

Africa Éufrates






Esta noche me siento vieja,
como si el peso de todo lo vivido de repente
tomara cuerpo y se hiciera plomo.
Como si hubiera agotado muchas existencias
que se hacen presentes y me aplastan contra el suelo.

Yo, que sé de lo liviano del alma, de lo etéreo de los sueños.
Y sin embargo, también lamo las heridas antiguas,
los fracasos, lo que nunca fue y se quedó en deseo,
lo que llenó los minutos de mi existencia
de nubes inalcanzables que me quemaron en los dedos.

Habitan mis fantasmas,
viejos amigos tantas veces,
en los pasillos más ocultos de mi alma.
Y toman su voz olvidada, y me hablan.

Hoy, esta noche, ahora,
las derrotas vuelven a la playa con los restos de naufragios descoloridos.
No me da miedo el mar, ni navegar,
ni la oscuridad sin estrellas ni luna de una noche en mares fríos.
Sólo me asusta embarcarme en naves condenadas
a no abrir surcos en la piel del océano.
No quiero dibujar extraños mapas, ilegibles para otros ojos,
en el aire que me envuelve.
Ya no quiero crear rutas que no existen
hacia imaginarios continentes por descubrir.
Ya se deshicieron las viejas sogas de esparto
que me sujetaban sobre cubierta,
ya no quiero salvavidas con nombres de realidades o certezas
al alcance de mis manos.

Ahora, sólo si hay verdad en la emoción,
y si hay intención de entrega, abandono,
descubrimiento, deseo de saber y conocer,
si se sueltan las amarras del alma
y se mira con los ojos de la libertad absoluta,
sólo entonces, estoy dispuesta a navegar.
¿Lo estás tú?




(Africa Éufrates, una noche de septiembre)

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