No es que esté precisamente esta tarde
dispuesto a desatascar los lodos,
que invaden sentimientos de impotencia
ante los acontecimientos abortivos de tanto
acoso ambiental.
No considero que la mayoría seamos
tan ruines como para merecer estos
castigos colectivos que dañan la hermosura
de creer en una madre llamada
tierra.

ría de mi infancia,
paseos en bici donde se respiraba brisa íntima
de enamorados llenos de canciones y barcos
con patrón de pata de palo y barbas tipo “gangi “.
Intento guardar en cada esquina de mis recuerdos
las tardes llenas de besos y proyectos de pandilla.
Ahora, más que nunca, siento el canto de las lechuzas
en las ruinas del miedo que producen tantas fábricas
a mi alrededor, que hacen detener el tiempo para
no desaprovechar esta puesta de sol tan tímida como
las curvas de mi inocencia.
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