02 enero 2015
• Ignacio Chianale •
Pasos mágicos
Tomé esa pizca de oro que había en tus ojos
y dejé que lo fundiera mi sexo,
y por mil años lo pulí con el viento.
Tomé piedras de colores y recorrí los
campos reemplazando a las uvas,
y maduraron,
y se hicieron sacos colgantes
de néctar de risa.
De un millón de plumas hice mis alas.
La última era de la de un colibrí.
Me cubrí y sobrevolé las costas
buscando regalos para mi jardín.
Uno de ellos era un fruto suave
que hallé en las nubes rosas del atardecer.
También me traje mi flor negra,
que crecía en la roca
que con mas fiereza se opuso al mar.
Las mañanas de frío juntaba susurros
que almacenaba en la garúa.
Las tardes de sol juntaba sol,
como una vez me enseñó
al oído el caminar.
¡Pero un día un rayo desde el mas alto cielo
cayó y partió al mundo en dos!
Había acordado con luciérnagas
un entrenamiento….
ese evento no se me escapó.
Entonces me monté
en el marfil de un elefante
y me eché a andar por cien años más,
cogiendo estrellas con los dedos
y pasándolas por un ojal.
Del libro: Sin dejar señales.
Colección: Poesía en la distancia.
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