01 enero 2015

Miguel Á. Bernao








Anochece tu voz en mi memoria
como si el crepúsculo pereciera en el olvido,
otra noche mirando las estrellas
hilvanando los astros con la piel de mi desnudo.

Alguien me llevo al encuentro del deseo,
tal vez, tú ya jugabas en los espejos
y mi sombra pareciera cubrirte de noches
y de excelsos y sublimes secretos.

Anochece tu voz en mi memoria,
mientras el reloj finge un nuevo amanecer
en la sequedad portentosa de tu boca.

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