25 enero 2015

© Miguel Á. Bernao







Sutilmente,
el beso reabre la idea de lo absurdo,
tú husmeas mi aliento y el silencio
empapa de celos nuestra mirada,
mientras, en la madrugada,
sobrevuelan los mirlos los tejados
y las ramas guardan sus hojas
en la plenitud de los otoños.

Sutilmente, me embauco en esa eternidad
que mece mi nostálgica memoria,
y tú, sigues besando mi piel
y robando el tiempo a las horas.

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