Soy brisa infinita,
verde, impía, grande…
soy todas las mujeres del mundo
y no soy ninguna…,
soy en tus manos,
en esa boca fresca,
en tus ojos milagrosos…,
en el firmamento que nos mira.
¡Soy enteramente en la tierra,
esa que es húmeda viva, fuerte!,
en la llaga del dolor,
en la sangre pestilente,
en la gota de sudor que corre por tu pecho.
Soy… y como soy,
en tu bosque silencioso, ¡en esas manos…!
en el beso doloroso,
y también…, en el ardiente.
Soy arisca, pequeña, inmensa…
soy como me imaginas,
así…, resbalando por tus manos como agua,
floreciendo por tus piernas como hiedra,
sembrándome en tus dedos.
En las esquinas de tu silenciosa mente
en el rincón más oscuro del deseo.
En la montaña protectora
que cubre nuestra tierra,
en el mar que me alimenta
en el rostro del hambriento
en la pisada del que muere.
Sólo búscame, tómame
hunde tu blanca humanidad en mi
cobijo, y sé en mí …,
como la hoja del más viejo roble…
en un otoño alegre.
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