Como gota de agua que viaja en la lluvia,
bendición para la espiga que ansía besar la nube,
maná sagrado en los campos fértiles de mi infancia,
cuando el azul era el idioma del cielo, aun en los días grises,
y nunca el barro manchaba la mano que acaricia el trigo.
Como esa canción en mis ventanas,
voz oscura del temporal en el invierno,
banda sonora de sueños que se esconden en la almohada.
Lloró largamente el perro en las calles desiertas,
pasó la tormenta con sus luces,
apuñalando mil veces la oscuridad de largas noches.
La resaca arrancó sin piedad las conchas a la playa,
el mar embistió los espigones en el puerto,
robó el naranja de los nísperos de mis veranos
la claridad velada de brumas gélidas.
Hay una lechuza que grita mi nombre incansable bajo el balcón
cuando el día no es más que un recuerdo negro en las aceras.
Nunca olvida atravesar los espacios del tiempo
para recordarme todos los caminos que se dibujan en mis zapatos.
(Juana Ríos, Los zapatos del tiempo)
voz oscura del temporal en el invierno,
banda sonora de sueños que se esconden en la almohada.
Lloró largamente el perro en las calles desiertas,
pasó la tormenta con sus luces,
apuñalando mil veces la oscuridad de largas noches.
La resaca arrancó sin piedad las conchas a la playa,
el mar embistió los espigones en el puerto,
robó el naranja de los nísperos de mis veranos
la claridad velada de brumas gélidas.
Hay una lechuza que grita mi nombre incansable bajo el balcón
cuando el día no es más que un recuerdo negro en las aceras.
Nunca olvida atravesar los espacios del tiempo
para recordarme todos los caminos que se dibujan en mis zapatos.

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