28 abril 2015

Manuel Liaño Rivera





La memoria, las manos, el tacto.
Tú cuerpo, apenas cubierto por un
precioso culotte de primorosas puntillas.
Una habitación fantasma hecha de arcilla.
Te miro, Mariluz, y veo un dorso bellísimo,
sobre el que viví una noche tan larga
como mi deseo. Aún escucho como
tu cuerpo hilvanaba los atardeceres,
en esa claridad recién llovida
que se posa en los visillos
y como la aurora anuncia el gorjeo
del sol y el agua inmóvil.
¿Oyes?... la foto habla
de que todavía está tibio tu coxis
y un aire arrecia sobre el promontorio
que forman mis dos manos sobre ti.
Mañana, si quieres, hablaremos
de inventar el tiempo, abrir las puertas
de par en par a la luz, para que este
cielo no se desmorone y crezcan de nuevo
frases como frutos para una semilla de pasión.

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