Juan Risueño Lorente
PLENITUD
No se oyen los pasos. Atrás
está la ropa caída. No hay nadie,
y no hay ojos que giren la cabeza.
Poco a poco, cara a cara,
los cuerpos se van ensombreciendo.
Se acercan sin memoria. Llueve
deseo desde los vacíos del alma.
Los brazos rodean y aprietan otra vida.
La piel se deshace en la piel...
los corazones comparten su sangre. Y
hundidos los rostros
ya nada hace daño.
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