11 agosto 2015

Begoña Abad





Yo sólo soy tu abuela
y he aprendido poco.
Algunas cosas, además,
quizás no muy necesarias
para los que te dirán
qué es lo importante.
Así que, tranquilamente, espero
y cuando avistes algunas estaciones
te abriré las puertas
de alguno de los trenes
de escasos pasajeros
pero con rumbo seguro
a lugares lejanos
donde muy pocos llegan.
Ahora no sé explicarte
lo que habrás de dejar
fuera del equipaje
porque aún juegas con estrellas
y las encajas siempre
en los moldes divinos.
Y yo me pierdo al mirarte.
Pero, si me dura la vida,
aprenderemos juntas
algunas rutas sabias
por las que caminar.
Las letras, las palabras,
el uso de ambas cosas
y un mágico brebaje
que no te ha de faltar:
piedad se llama
y aplicado a diario
en el raíl del tiempo,
consigue un brillo suave
por el que cualquier mano,
por áspera que sea,
se desliza amorosa
y la más humilde cosa
transforma en un tesoro
al que podrás llegar.
Pero de eso hablaremos
cuando estés segura
de que soy tu abuela y te quiero,
no te olvides.

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