Nos vemos en la
escena negra y brillante,
dos actores
insólitos que no se lo esperaban.
Te voy cortando en
trozos un mensaje de amor
y lo pongo en tu
boca como un pan complicado.
No voy a parecer
desasistida.
Esto es lo único
que cuenta:
estoy naciendo al
miedo y al deseo.
Se cierra la
jornada,
nos queda el
tiempo justo para seguir bailando
a punto de llorar
entre los dos espejos,
de amor y libertad
en un cristal
y de tortura y
crisis en el otro.
Somos un bocadillo
extraño y sin promesas.
Puede que surjan
decepciones
para quien haya
oído hablar de esto
y vea finalmente
unas gotas de carne
conjurando la
lluvia deseada.
Sólo en este talud
puedo saber que soy persona.
Sólo desde los
líquidos más relajados,
desde los besos
más fluidos,
sólo desde los
fondos
crezco como quien
se divide.
Me levanto con
restos de ti por todo el cuerpo,
desde la boca en
que estabas hace rato
hasta el pecho, la
tripa, el recorrido de las piernas rajadas.
Te quedas por la
piel marcando un recorrido
que parece
implantarse para siempre.
Me empeño, sin
embargo, en borrarme las sendas
y pulir el acero
inoxidable de mi mínima hechura,
enfriar la materia
para que nada penetre lo bastante.
Cuando más a salvo
creo estar
mucho más fácil es
que muera
apuñalada.
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