27 agosto 2015

Juana Ríos






Tú te alejabas,
una isla sin remos ni velas meciéndose sin rumbo
en un mar de sueños verdes y extraños.
Pero tu dolor volvía cada noche,
un perro que hería lo oscuro con sus aullidos,
hasta el escalón de mármol gris de mi casa.

Arañaba sin esperanza, ni tan siquiera rabia,
la madera podrida de mi puerta.
Yo lo escuchaba,
sentía cada resuello, cada llanto,
derramándose por mi calle, mis jazmines y mis tapias.

Era acero fundido tu voz
y me abrasaba desde fuera
cada órgano, célula y pulso.
Clavabas tus dientes en los goznes
deshacías la herrumbre con tu saliva de sal,
abandonabas tus ojos de agua,
ríos de gritos, ramblas de barro dorado,
bajo el zaguán de mi entrada.
(Juana, El perro isla)
Foto: Josef Koudelka

No hay comentarios: