19 septiembre 2015

Jorge Debravo

Credo
    No acostumbro a decir amo, te amo,
    Sino cuando el amor me inunda todo
    Desde los ojos hasta los zapatos.
    Mi cuerpo es una sola verdad y cada músculo
    Resume una experiencia de entusiasmo.

    Una vez dije: ¡sufro! Y era que el sufrimiento
    Agitaba a mi lado sus cascos de caballo.

    Y siempre digo: espero. Porque a mí me podrían
    Arrancar el recuerdo como un brazo,
    Pero no la esperanza que es de hueso
    Y cuando me la arranquen dejaré de ser esto
    Que te estrecha las manos.

    Creo en todos los frutos que tienen jugo dulce,
    Y creo que no hay frutos que tengan jugo amargo.
    No es culpa de los frutos si tenemos
    El paladar angosto y limitado.

    Creo en el corazón del hombre, creo
    Que es de pura caricia a pesar de las manos
    Que a veces asesinan, sin saberlo,
    Y manejan fusiles sanguinarios.

    Creo en la libertad a pesar de los cepos,
    A pesar de los campos alambrados.

    Creo en la paz, amada, a pesar de las bombas
    Y a pesar de los cascos.

    Creo que los países serán un solo sitio
    De amor para los hombres a pesar de los pactos,
    A pesar de los límites, los cónsules,
    A pesar de los libres que se dan por esclavos.

    Y creo en el amor, en este amor de acero
    Que va fortaleciendo las piernas y los brazos,
    Que trabaja en secreto,
    A escondidas del odio y del escarnio,
    Que debajo del traje se hace músculo,
    Órgano, experiencia, nervio, ganglio,
    A pesar del rencor que nos inunda
    El corazón de funerales pájaros.

    Yo creo en el amor más que en mis ojos
    Y más que en el poder y el entusiasmo.

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