22 septiembre 2015

Jose Angel Garrido Cárdeno






LA BOMBA



A las doce menos cinco la morfina dejó de bombear
las veintiuna microgotas por segundo
que mantenía sosegado al dolor.
Comprendí entonces que el veneno cristaliza una mirada.

Tú no mirabas así.
Ni tan siquiera cuando yo dejaba comida en el plato,
olía a tabaco la habitación
o llegaba tarde
arrastrando a la luna por los pies.

Esa mirada no era tuya.
Mezcla de miedo y coraje
en la última bolsa de suero
que alguien diluyó y te puso sin avisar
porque horas antes habías mirado para quedarte.

La mirada era seca.
Nunca he tenido tanto frío
como esa noche a las doce menos cinco.
A esa hora el dolor se absorbe
y empiezan a caer por la frente los recuerdos.
Exactamente
a veintiuna microgotas por segundo.

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