23 septiembre 2015

Juana Ríos







En la azotea de tu infancia
canta un pájaro junto a tu boca,
borracho de primavera
se aferra su pequeño cuerpo
a tu mejilla de niña.
Todas las canciones nadan en la música dorada
que te vive en los ojos,
sin recordar los caminos al mar.

Tumbada sobre el barro caldera de la solería,
dibujando con los dedos de nácar fría
el contorno de las nubes,
mientras el viento de Levante
da palmadas a la ropa del tendedero,
y se abrazan las camisas en un baile de locura.

Una voz dice tu nombre y alguna realidad,
desde el suelo de la casa,
se enreda en tus piernas.
Bajas los escalones y te adentras,
por el hueco de la escalera,
en el entramado de la parra.

El ángel, la mariposa y la libélula
pliegan sus alas.

No hay comentarios: