29 octubre 2015
Abderrahmán El Fathi
Nunca fue tan oscura.
Jamás vio un resquicio de luz.
África se destiñe en su travesía
su ropa llega sola al blanco amanecer
todos bailan a su son
desfilan en su honor
ofrendas como espaldas
espadas como amores
lluvia de algas suspendidas en su
frente.
La tormenta africana azota
se derrite de soles dorados
hambrientos de todo norte
ajenos a las cruentas
llamadas. Ajenos
a las verdes colinas
asomaban sus esperanzas
a la ribera del sueño.
Duermen olas
en el regazo de tu vientre.
Se asomó la Luna
en el manantial del estrecho
el silencio quebranta
y la puesta del sol
cada día
más noche
cada amanecer más estrecho,
y ella,
sola
entre el silencio.
Una madre, en las palmeras del desierto.
Así es el estrecho,
desierto, Luna, manantial, siempre
Silencio.
Si me ofreces tu libertad
te daré mi estrecho.
Si me ofreces tus sirenas
te sacaré de tus profundidades.
Si me ofreces tus olas
Te brindaré mi tierra.
La razón surcó
todo mi pasado
desde mi más tierna y
azulada sombra.
Fue decisiva la penetrante
llovizna. Aprendimos a amar los charcos,
me mojé aquella tarde.
El sueño se concilió con la empapada noche
salí de mi cama
para llegar a mi tierna
sombra del ayer.
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