19 octubre 2015

FÉLIX MORALES PRADO

 

CARTAS DESDE PUNTA OSCURA
(del libro “Cuadernos de Maldevo”)




Soñé anoche con perros que arrastraban un muerto por esa bajamar donde jugamos tantas veces. La misma luz de sol que entonces nos mantenía lejos de la innombrable, le arrancaba al cadáver destellos que hablaban de la inutilidad de la existencia. Los animales le comían la cara y el pelo entre las olas.
 
Me desperté empapado en un sudor terrible que venía de la calle. Algunas sombras se deslizaron por el porche, veloces en su huida. Tal vez soñaba aún. No había amanecido. Miré el reloj que se movía quieto tan solo en la penumbra del cuarto desolado por el frío del miedo. Me levanté y salí mientras iba colándome en mi bata de lana. La luz intensa y mórbida del plenilunio era igual que la del sol de mi aventura onírica. En la noche tranquila (mar de plata) aquella luz acariciaba la arena y mis recuerdos. Respiré y encendí un cigarrillo mientras la brisa me secaba la frente.
 
Ya me iba a acostar cuando vi cuatro perros que arrastraban un bulto por la orilla. No sentí nada. Algo dentro de mí me dijo algo. Los vi alejarse. Y, hacia el Oriente, el resplandor de la alborada que ya anunciaba el sol antiguo.


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