CARTAS
DESDE PUNTA OSCURA
(del
libro “Cuadernos de Maldevo”)
Soñé
anoche con perros que arrastraban un muerto por esa bajamar donde jugamos tantas
veces. La misma luz de sol que entonces nos mantenía lejos de la innombrable,
le arrancaba al cadáver destellos que hablaban de la inutilidad de la
existencia. Los animales le comían la cara y el pelo entre las olas.
Me
desperté empapado en un sudor terrible que venía de la calle. Algunas sombras
se deslizaron por el porche, veloces en su huida. Tal vez soñaba aún. No había
amanecido. Miré el reloj que se movía quieto tan solo en la penumbra del
cuarto desolado por el frío del miedo. Me levanté y salí mientras iba colándome
en mi bata de lana. La luz intensa y mórbida del plenilunio era igual que la
del sol de mi aventura onírica. En la noche tranquila (mar de plata) aquella
luz acariciaba la arena y mis recuerdos. Respiré y encendí un cigarrillo
mientras la brisa me secaba la frente.
Ya
me iba a acostar cuando vi cuatro perros que arrastraban un bulto por la orilla.
No sentí nada. Algo dentro de mí me dijo algo. Los vi alejarse. Y, hacia el
Oriente, el resplandor de la alborada que ya anunciaba el sol antiguo.
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