Había una ventana
y cada pequeño espacio de cristal, cada lámina
no era más que un espejo
donde mirar aquel rostro apenas iniciado,
la ternura tan joven de la contemplación.
Despacio va tomando forma el cuerpo prometido
sin conocer los límites fijos del crecimiento.
Es ésa también la hora reservada a preguntas
que acaban al sentir
sin una esperanza mínima,
imprevisto deseo de gozar con las cosas.
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