LAS aspidistras emanan una delicada turbación,
los pliegues del tenue tejido del
sofá,
las velas con
su adorno de cera consumida,
y un
susurro de abrazos detenido en el aire…
Tus labios
me envuelven en ecos desde el
cristal de la vitrina
donde aún es penitencia tu reflejo.
Tú, presencia clara,
presencia deseable,
tú, me surcas la piel
como si al ser de
azúcar
la lluvia mojara mi carne
y tan sólo un beso me ofreciese la calma.
1 comentario:
Muy bonito, Ana, cómo describes una escena de amor y deseo. Me gusta. Un abrazo
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