Yo estaba viva.
Había un río que bramaba
ante la puerta de mi casa.
Tenía un rosal en mi patio,
un sol trepando en las tapias,
mil pájaros templaban con sus lenguas
los huecos y los sueños que golpeaban,
con la fuerza de una resaca marina,
las fronteras de arena de mi pecho.
Yo escuchaba la voz del río,
repetía mi nombre,
y cada letra escalaba la canción
que siempre acunó mi hogar.
Yo estaba viva,
y un remolino de virutas que latían
comenzó a crecer desde mi estómago
hasta mi garganta.
Había un río,
que guardaba en su transparencia
de cristales con alas,
la forma exacta de mi cuerpo
y el volumen inabarcable
de mis ansias.
Fotografía: desconozco el autor.
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