despedida inminente
I
Yo te nombro en el agua
y en la tarde, en cada rincón de nuestra casa.
En el jardín han
brotado recientes humedades
desde el contorno de
las piedras nuevas.
Los silencios no tienen
edad: se ocultan en los reportes de hospital, en las recetas médicas, en esa
constante marca entre las cejas, en el árbol de mi niñez del que colgaba un
columpio que se ha roto.
II
Decir adiós es un
instante doloroso que rompe la piel, una piedra en el fondo de nuestro mar. Se
requiere perder la cordura y el apego, caminar por el arrepentimiento durante
muchos años. Decir adiós es un infierno que desata un camino de hormigas en las
manos. Solo una palabra y terminas de arder en una hoguera que ya no bañará la
luna, pero sana el alma.
Despedirse no siempre
es insensato: tiene un lado oscuro y uno claro.
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