04 diciembre 2017

Marta Pumarega Rubio






PROHIBIDO LLORAR


Prohibido llorar en las estaciones del metro.
Prohibido llorar en lugares públicos.
Prohibido llorar en la parada del autobús.
Prohibido llorar en los grandes almacenes.

Se permite llorar en la casa de la viuda.
Se permite llorar en los aeropuertos.
Se permite llorar en la sala de espera de cualquier hospital.

Prohibido morirse de pena por las calles.
Prohibido morirse de pena en los bares repletos.
Prohibido morirse de pena delante de desconocidos.
Prohibido morirse de pena mientras suena la música.

Se permite morir de tristeza
delante del penúltimo vaso de whisky,
a puerta cerrada,
mientras se derrite el hielo,
a solas en el bar.

Se permite estar triste con la verja cerrada.
Se permite estar triste de puertas para dentro.
Se permite estar triste sin inquilinos en la casa.
Se permite estar triste con las luces apagadas.

Nunca si te mira un niño,
nunca en el ascensor con los vecinos,
nunca en las fiestas de empresa,
nunca en el cumpleaños de un anciano,
nunca en las reuniones de la comunidad,
nunca en los espectáculos de magia.

Se permite llorar sin consuelo
mirando el patio desnudo de la infancia,
debajo de la lluvia y sin paraguas,
sólo en los próximos entierros,
sólo en las estaciones de largo recorrido.

Sólo sola, sólo a solas.

Antónimo de cobijo
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