PLATÓN TE
LLAMA
(Publicado en la revista “Espacio Habitado”, Sevilla, octubre 2011)
«Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre
y eso es lo que realmente somos.»
José Saramago: Ensayo
sobre la ceguera.
Hermano sal, no temas,
deserta de esta cueva,
deja que te desate los ojos y las
manos,
desenreda las piernas,
desentumece el alma,
aunque te cueste, álzate
y atrévete a escalar
este espeso pasillo que amasan las tinieblas;
hermano,
sube,
mira
que el sol te está esperando.
Hermano sube, yergue
tus huesos, tu entrecejo,
camina, tente arriba;
domina tus temblores
y aunque te tambalees,
dirígete a tu estrella,
con los miembros dispuestos y el ansia en los pulmones,
busca inhalar el soplo del cosmos que
te llega
en hilos delicados,
calientes,
ambarinos…
Las sombras que tú crees la verdad aquilatada
no son más que artimañas que luchan
por tenerte
esclavo de una noche que burla tu
destino
y alimentan su ser de tu engaño
angustiado;
no son más que reflejos de farsas,
temerosas
del triunfo de la luz sobre tu
fontanela;
temen que al fin enfoques tu vista
sorprendida
en colores y en bordes que nunca
habías soñado;
temerosas que notes la trama,
la red cósmica
que todo lo penetra y que todo lo
sostiene,
que todo lo equilibra desde afuera hacia
adentro,
desde abajo hacia arriba,
de lo nimio a lo inmenso.
Por eso no te quedes sentado en la penumbra
barruntando presagios de barro y de
ceniza,
no resignes tu frente a este duelo
de arcilla
ahumada en el añejo sudor de la
impotencia;
levanta tus pupilas,
estira tus alcances,
eriza tus sentidos y alarga tus antenas,
tente de pie sin miedo,
echa a andar con firmeza;
no temas a caer;
que si caes,
tu caída
será leve,
el tropiezo te servirá de avance;
y aunque la luz al pronto te deje
casi ciego
y te sientas violado en las cuencas
de los ojos,
no cedas, no te ahogues, respira, sobreponte.
Hermano,
sal sin miedo de esta oscura caverna,
que tienes la otra orilla a la
última zancada
no te mantengas preso en los chorros
de aire negro,
no malvivas
esclavo de los miedos ajenos
ni olvides
que viniste a agrandar a Dios contigo.
Hermano no te venzas,
tú nunca te traiciones,
no des tu voluntad a torcer aunque
te duela,
no dejes que la sombra te gane la
partida,
que ese mar que lloraste ya limpió
tus ventanas;
y si duró la noche fue por parir al
alba
la esencia que fraguó tu camino y tu
morada.
Que el sol te está esperando,
no tardes, que amanece,
que te conocerás en tu talla y tu
tamaño,
busca dentro de ti la simiente que
te estira,
la fe que te sembró,
ese punto de luz densa
que teje tu verdad y que eriza tus
estambres;
espera a que tus sienes la descubran
y crezcan
y se rompan tus moldes y los moldes
de afuera.
Descubrirás tu traje, tu casa, tu
altozano,
tu tiempo sin agujas, tu valle sin mesura,
conocerás la tribu escondida que te encumbra
y el círculo de reyes que te estará
aguardando…
Instálate en el centro de tu estancia dorada,
apacigua tu imperio y enciende tu
corona…
José Puerto Cuenca
http://puertodepoesia.blogspot.com
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