Bésame a cambio de cualquier afrenta,
que en insomnio se volvió este deseo
tan febril, tan brutal, tan maniqueo.
Dame tus migajas, mi muerte es lenta
y mi corazón está lleno de hambre.
En este lúdico amor ya ganaste,
cierra la llaga que una vez curaste
y cómete este, ya añejado, fiambre
aunque sea por una noche negra
no vea estas dádivas en tribuna
mientras que este pobre ser se reintegra.
Me invento tu dulce boca rojiza
arrancándome con tirria mis ropas
pero me siento desnudo; en estopas,
sin libertad, cubierto por cenizas.
Abrázame por la espalda, si quieres,
luego clávame el puñal de la apatía.
Cuando Dios algún día te hizo mía
teniendo arriba tantos menesteres;
comprobantes, facturas, mil castigos,
yo acá jugándome la única vida
y mi corazón en otra guarida.
¡Contigo tuve todos los abrigos!
¿Para qué quiero dormir si te sueño?,
¿para qué beber si ya no me sacio?
(sólo con la fuente de tu palacio),
¿cómo ver con los ojos del desdeño?
¿Para qué vivir si muero? Quizás
otros maldigan este amor bendito,
¿cómo escuchar? si sólo te repito:
ne me quitte pas, ne me quitte pas…
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