DE PATIO A
PATIO
A veces
no hay distancia
entre
el patio de recreo y el camposanto
y se
confunden y casi se acompasan,
llamando
al juego, la campana del colegio,
tocando
a muerto, la campana de la iglesia.
Desde
el parto hasta el sepelio
hay
mucha vida desmedida, pero a veces…
solo
unos metros de tierra;
y entre
la noche de amor y la noche del duelo
sólo un
velo borroso por donde transcurre,
ajeno a
la puerta de entrada y de salida,
el
cortejo hipnótico, distraído de la existencia,
donde
la vida y la muerte se duelen mutuamente.
Duele
estar vivo en esta hiperestesia insensata,
duele
la muerte siempre trenzada con la vida,
duele
este instante inexorable y cierto,
fiel
eslabón de cadena perpetua, duele
este
más acá petrificado en sangre
al que
apenas embalsaman de inocencia
los
abismos de luz en las miradas sonrientes
y en
las ocurrencias geniales de los niños.
La vida
sabe muy bien su adónde y su porqué
aunque
nosotros no alcancemos
a
distinguir a veces en qué patio estamos.
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