HORMIGAS
Se topan con mi
mano.
Las extravío.
(Como si la
vida no
les fuera ya dura.
Como si una vieja
sotana
viniera ahora
a darme un
pescozón
cada vez que no
guardo
la fila de la
vida)
Salen ligeras.
Entran con pinzados
fardos
de jugosos fiambres.
Génesis gemela
nuestra:
Cubil sin
lucera y
batida diaria
por un bocado
que la campana del
estómago
repica puntual al
alba.
Retiro mi mano y
la fila se
restablece.
Una,
deserta de la
hilera.
Ahí, parada,
abstraída,
la sueño
como a una deslumbrada
pastorcilla
negra,
como si mi mundana
aparición fuese
su
mágica llamada
divina.
Pero no,
cabizbaja,
tozuda,
vuelve otra vez
al largo
desfile…
todavía no me
mira,
como yo
estrellas.
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