
Ayer salí del psiquiátrico. Me dijeron que mi comportamiento había cambiado, que soy una persona normal. Tuve miedo antes de salir porque aquí todos nos queremos y nos sentimos protegidos. Cada cual vive su vida y todas son respetables, nadie se empeña en conocer el porqué de mis reacciones, nadie tiene deseos de mí, nadie se preocupa porque a veces quiera estar sólo, y desnudo en el patio, al aire. Aquí la soledad es compañera y amante, las enfermeras y los cuidadores nos conocen aunque a veces parece que se sienten aislados y nos gritan como locos, llaman nuestra atención con órdenes, nos invitan a adoptar posturas como las de las estatuas, nos obligan a cubrir nuestros cuerpos de espuma una y otra vez, limitan nuestros movimientos, y se ríen cuando sencillamente acunamos nuestros cuerpos.
Al salir me vi envuelto en un torbellino de luces, estrellas de colores, árboles iluminados, música en las plazas, el tiovivo, niños histéricos, tiendas a rebosar, y mensajes de alegría, paz y amor por todas partes. La gente se saluda sonriente, "felices fiestas" se dicen unos a otros.
Todo tan fantástico. ¡Cómo ha cambiado el mundo¡ - me digo mientras observo el espectáculo-.
Usted, Sr. Director, se ha empeñado en mi cordura. Cree, o al menos eso me parece, que estoy preparado, que todo irá bien porque me ajusto al sistema sin resistencia. Hace algunos meses decidí interesarme por ese mundo de ahí fuera. Empecé por fijarme en el personal que nos atiende, y se me ocurrió escuchar sus órdenes, seguir sus conversaciones irracionales, empaparme del caos frenético de sus días. Me interesé por cosas tan extrañas como las hipotecas, las prestaciones del nuevo vehículo, las clases de inglés y esgrima de sus hijos. Quise entender porqué sufren cuando alguien les dice que son feos, cuando otros tienen más estudios o más dinero que ellos. Y así, poco a poco, se mostraban cariñosos conmigo, amables..., incluso decían sentir pena por verme allí encerrado.

Sólo llevo un día fuera de casa y ya siento añoranza, deseos de volver. Pero Sr. Director, me ha enviado un mensaje al móvil que me regaló,para que estemos en contacto... ¿no? Y usted me desea Feliz Navidad y me anima a seguir inspeccionando este mundo extraño, en el que tengo que averiguar, encontrar urgentemente a alguien que ya salió una vez, se perdió entre la multitud y fue absorbido por el sistema. Dice que la misión es encontrarle, hacerle saber que no está sólo, reunirle con los otros que ya salieron de aquí... Y el riesgo es grande Sr. Director,
porque tantas veces, en cada minuto, mi cuerpo quiere volver a mecerse.... Echo de menos el aire sobre mi cuerpo, el sonido del aleteo de los pájaros, el silencio de la tarde...
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