10 junio 2008

Poema de Pedro Salinas








Aquí,

en esta orilla blanca

del lecho donde duermes,

estoy al borde mismo

de tu sueño. Si diera

un paso más, caería

en sus ondas, rompiéndolo

como un cristal. Me sube
el calor de tu sueño

hasta el rostro. Tu hálito

te mide la andadura

del soñar: va despacio.

Un soplo alterno, leve,

me entrega ese tesoro

exactamente: el ritmo

de tu vivir soñando.

Miro. Veo la estofa
de que está hecho tu sueño.

La tienes sobre el cuerpo

como coraza ingrávida.

Te cerca de respeto.

A tu virgen te vuelves

toda entera, desnuda,

cuando te vas al sueño.

En la orilla se paran

las ansias y los besos:
esperan, ya sin prisa,

a que abriendo los ojos

renuncies a tu ser
invulnerable. Busco

tu sueño. Con mi alma

doblada sobre ti

las miradas recorren,

traslúcida, tu carne

y apartan dulcemente

las señas corporales

por ver si hallan detrás

las formas de tu sueño.

No lo encuentran.

Y entonces pienso en tu sueño. Quiero

descifrarlo. Las cifras

no sirven, no es secreto.

Es sueño y no misterio.

Y de pronto, en el alto

silencio de la noche,

un soñar mío empieza

al borde de tu cuerpo;

en él el tuyo siento.

Tú dormida, yo en vela,

hacíamos lo mismo.

No había que buscar:

tu sueño era mi sueño.

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