
Pablo Moramoraleja@telcel.net.veProfesorTitular, Jubilado, UNETSan Cristóbal, Táchira, Venezuela

Para mantener abierta la palabra
Para reinar sobre la muerte
Para revivir cada día
Para sentir junto con los otros
Para sacar la flor de las cenizas
Para vigilar mientras todos duermen
Para que le sirvan
Para apuntalar el sueño
Para servirse
Para alimento espiritual
Para unir lo posible con lo imposible
Para salvar del diario morir
Para hacer más vivo el vivir
Para la Poesía y la Verdad
Para la vida
Para transformar la vida
Para limpiar cuando el poder corrompe
Para cambiar la vida
Para alentar todas las otras formas
Para la fidelidad al relámpago
Para la memoria de los pueblos
Para la salvación del hombre
Para el asombro antiguo
Para un no sé qué
Para descubrir los secretos del mundo
Para llevar el infinito a cuestas
Para salir a la percepción de la mirada
Para alumbrar la maravilla
Para todos y por todos
Para despertar a latigazos el silencio
Para defender el milagro de la vida
Para amar a los otros
Para vigilar mientras todos duermen

Definitivamente hay que vigilar. No nos queda sino vigilar mientras todos duermen. (E. Montejo). La labor del poeta es la de la vigilancia. La tarea de la poesía: vigilar. Que la eternidad no es más que el mar andando con el sol. O una calle, el mundo de madrugada, no más que la vigilia del poeta. Sentemos día y noche a la Belleza sobre las rodillas, a pesar de que amarga la sintamos y tengamos que injuriarla. Escuchemos las estrellas, sentados al borde de la noche o el camino. Enconchémonos nomás en el misterio. Hagamos lo imposible con tal de ser videntes. Abordemos lo desconocido por medio del desequilibrio de todos los sentidos. Necesario ser Vidente. Hacerse Vidente. Volverse Vidente. Vigilante. Por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos.
Vuelve, Arturo, Vidente Amigo. Recuérdanos siempre la Vigilia, su vigor y su ternura. Que nunca, esclavos, maldigamos la vida; antes, libres, cantemos, vigilemos la marcha de los pueblos. Seguros de que, al amanecer, armados de una
ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.
Amanece con el alba, barco ebrio, mariposa de mayo, perdida en las crines de los huracanes de Marsella, compartiendo el fulgor de Aldebarán. Ermitaño augusto, vigoroso camarada, esquiva naufragios y centellas, vuela libre tu alma centinela. Armémonos contra la injusticia. Demos por sagrado el desorden de nuestro espíritu, por ineludible el insomnio y la noche que nos cruzan.
Indispensable llegar a lo desconocido. Porque en el tiempo no fuiste un pájaro sino un rayo en la noche de la especie, una persecución sin tregua de la vida, una raza que canta en la tormenta, relumbra, vela, brilla, resplandece, para que el canto siempre permanezca
1 comentario:
Definitivamente hay que vigilar. No nos queda sino vigilar mientras todos duermen. (E. Montejo.
Publicar un comentario