
Título: La mina de Landoy.
Llegando al puente de Mera tomamos la carretera para Cariño y, después de caminar algo menos de tres kilómetros, cogimos a la izquierda hacia la aldea de Landoy. Anduvimos por el borde de un acantilado y bajamos algo más de cuatro kilómetros hasta llegar al río antiguo que ocultan grandes rocas que parecen talladas a mano Allí, excavada en la piedra, se encuentra la tumba del primer minero que descubrió la mina de dunita. Sobre su tumba hay una losa con la esfinge del muerto, una lauda de una estela funeraria que parece pertenecer a la antigua planta de una posible iglesia gótica nunca levantada. La pieza hallada está ornamentada por ambas caras por un crucero que parece enseñarnos diferentes caminos a tomar y, por la cruz apaisada de San Andrés que, como todo el mundo conoce, llegó hasta aquella zona en una barca de piedra que aún se conserva. Debajo de la cruz aparece un verso escrito que dice Tú eres el bien, todo bien, sumo bien.
Llegando al puente de Mera tomamos la carretera para Cariño y, después de caminar algo menos de tres kilómetros, cogimos a la izquierda hacia la aldea de Landoy. Anduvimos por el borde de un acantilado y bajamos algo más de cuatro kilómetros hasta llegar al río antiguo que ocultan grandes rocas que parecen talladas a mano Allí, excavada en la piedra, se encuentra la tumba del primer minero que descubrió la mina de dunita. Sobre su tumba hay una losa con la esfinge del muerto, una lauda de una estela funeraria que parece pertenecer a la antigua planta de una posible iglesia gótica nunca levantada. La pieza hallada está ornamentada por ambas caras por un crucero que parece enseñarnos diferentes caminos a tomar y, por la cruz apaisada de San Andrés que, como todo el mundo conoce, llegó hasta aquella zona en una barca de piedra que aún se conserva. Debajo de la cruz aparece un verso escrito que dice Tú eres el bien, todo bien, sumo bien.

A menudo, David Louro iba por aquella zona a meditar sobre lo que haría con su vida hasta que, una mañana de octubre, tropezó, esas fueron sus palabras, con una piedra de color verde oliva que cogió con sumo cuidado y que pensó podía ser un mineral. Era dunita, se comprobó después, una peridotita formada por olivino que es un silicato de hierro y magnesio. Pero, David, a aquel mineral lo sintió de otra manera. Lo vio verde y amarillo cuando lo ponía al brillo del sol, percibiéndolo como la piedra de la fidelidad, de la que ya nunca se apartaría, pues había notado que ella también reflejaba justicia, amor y afecto por los demás.
Pronto se enteró todo Landoy y, uno de los feligreses más comprometidos con el lugar, escribió a una empresa que elaboraba arena de fundición para la fabricación de acero. Muy pronto, aquella área se levanto a cielo abierto para arrancarle, poco a poco, toda la roca dunítica que machacaban, molían y clasificaban en la planta que se construyó al píe de la nueva carretera. La mandaban en grandes camiones a varias siderurgias del norte y, a veces, hasta el muelle de Cariño, a unos once kilómetros, en donde la embarcaban para Italia, Bélgica o Alemania.
Los compradores de la mina decidieron ponerle el nombre de David en honor a su descubridor y, contratarlo a él, como sereno de noche para que cuidase de su descubrimiento. Al principio, todo transcurrió de prisa, pero muy normal. Hasta que una noche, después de las doce, el sereno empezó a sentirse mal, a entrar en un estado nervioso que parecía producido por una sustancia nociva. Pronto comenzó a sangrar por la nariz y por la boca, produciéndole una hemorragia que estaba deshaciendo los tejidos de su cuerpo y la chacra de su corazón.
David, antes de caer en donde lo encontraron muerto por la mañana temprano, pudo ver, como una de las rocas más duníticas y amarillo verdosas, se erguía, cubriéndose con el manto de la tierra, y le decía en voz queda: Nos has descubierto y no mereces nuestro amor.
Pronto se enteró todo Landoy y, uno de los feligreses más comprometidos con el lugar, escribió a una empresa que elaboraba arena de fundición para la fabricación de acero. Muy pronto, aquella área se levanto a cielo abierto para arrancarle, poco a poco, toda la roca dunítica que machacaban, molían y clasificaban en la planta que se construyó al píe de la nueva carretera. La mandaban en grandes camiones a varias siderurgias del norte y, a veces, hasta el muelle de Cariño, a unos once kilómetros, en donde la embarcaban para Italia, Bélgica o Alemania.
Los compradores de la mina decidieron ponerle el nombre de David en honor a su descubridor y, contratarlo a él, como sereno de noche para que cuidase de su descubrimiento. Al principio, todo transcurrió de prisa, pero muy normal. Hasta que una noche, después de las doce, el sereno empezó a sentirse mal, a entrar en un estado nervioso que parecía producido por una sustancia nociva. Pronto comenzó a sangrar por la nariz y por la boca, produciéndole una hemorragia que estaba deshaciendo los tejidos de su cuerpo y la chacra de su corazón.
David, antes de caer en donde lo encontraron muerto por la mañana temprano, pudo ver, como una de las rocas más duníticas y amarillo verdosas, se erguía, cubriéndose con el manto de la tierra, y le decía en voz queda: Nos has descubierto y no mereces nuestro amor.
1 comentario:
Hay mucha poesía en éste relato. Tengo miedo de comentarlo, por si me descubren...
Enhorabuena.
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